miércoles, 8 de abril de 2009


Somos nocturnos. Pertenecemos a la noche. Nos escondemos de los demás, de nosotros mismos, incluso. Me escondo de ti. Tú me buscas. Te escondes. Yo te encuentro. Queremos estar juntos, pero no demasiado tiempo. En mi caso, la razón son los miedos. En el tuyo, la libertad. No me importa. Así es perfecto. Me gusta que estés, aunque a veces te retrases. Y me encanta que te vayas, porque sé dónde encontrarte. A veces tardo, a veces no llegas. Pero estamos… Y cuando estamos… todo es distinto. Mi sonrisa, tus miradas. La complicidad de nuestros besos. Los dedos entrelazados. Un mechón rebelde, los ombligos. Mis hombros, tu cuello. El silencio que se calla. La amnesia del pasado. Tu sombra sobre mi espalda. Tus manos sobre mi pecho. Una lengua que busca refugio. Y los vasos vacíos. La ropa tirada. Los prejuicios amordazados. Y la conciencia enmudecida. Si ellos entendieran que para mí vale más tu inconstancia que un te quiero…Porque yo no te quiero eterno, ni te necesito siempre. Te quiero a medias y te necesito sólo a ratos. Porque así, de esta manera, la vida, a ratos, puede ser perfecta.

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