domingo, 28 de octubre de 2012

Se evaporaban hasta las gotas que resbalaban por el asfalto con el aliento que desprendía su boca. Y aún quedan restos de su aroma incluso en mi piel. Insuficiente es cada uno de sus besos y caricias. Adictivos. Como si cada susurro se deslizara por todo mi cuerpo hasta llegar a mi pecho. Como si el temblor de nuestras extremidades me recorriera tal escalofrío. Sigo sintiéndote cerca, aquí. Se me enredaban los dedos entre su pelo mientras las caricias heladas dibujaban débilmente una sonrisa tachada de nerviosismo. Y breves despedidas dicen que los porches nos esperan, cuando llegue yo silbando una melodía y tú pintando un sol radiante. 

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