lunes, 13 de junio de 2011

Cansancio se llamaban cada una de las gotas que corrían por sus venas. Cansancio era la única causa de aquel rostro deteriorado. Cansancio era ese cabello despeinado.
Cansancio en los huesos, en la piel y en los poros. Cansancio en las pupilas.
Los años que tenía encima le pesaban y estaba harta de desear que éstos descendiesen para encontrarse nuevamente con la felicidad en las pequeñas cosas.
Sí, aquel no era más que un estupendo deseo idiota que jamás se realizaría, pero así era ella, soñaba incansablemente por la euforia de lo maravilloso, pero luego se chocaba con la frustración del irresuelto.

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