domingo, 29 de marzo de 2009

Estaban en ése banco, en ésa plaza en la que alguna vez ella desperdició un Te quiero con otra persona. Él estaba sentado mirando hacia la calle, ella estaba sentada mirándolo a él, no podía dejar de contemplar aquellos rasgos fuertes que lo caracterizan. Él la mira, la toma por la cintura y acaricia su espalda. Ella cruza sus brazos por su cuello, y una de sus manos pasea por su nuca. El tenía los ojos cerrados, la boca sonriente, ella pasa su lengua por sus labios y el no puede evitar sonreir aún más (ella sabe cuánto le gusta que haga éso) ambos tenían esa sensación parecida a una bajada de tensión controlada. Ese descontrol donde el gusto y el olfato se acentúan. Paró de golpe y lo miró, vio cómo abría los ojos, cómo sus pestañas saludaban a la luz y cómo sus pupilas se contraían al mirarla , y no entendió nada. Sólo sabía que lo quería, sabía que él sólo quería sentir y que era el momento de besarlo otra vez.


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